Dos personas se encargan durante todo el año de guardar el
musgo necesario para vestir a las seis personas que salen. Cada traje puede
pesar alrededor de quince kilos y el proceso de vestir a esas personas es muy laborioso,
sobre todo la parte de la cabeza, ya que no debe molestar.
Estas personas salen en procesión, lanzando pétalos de rosas, cuando suenan las
campanas de Santa María. Acompañando a
estos hombres de musgo junto a la reliquia de santísimo, van todos los niños
que han tomado la comunión, una representación de las banderas de las distintas
cofradías, lo comitiva municipal, los alguaciles y la banda municipal.
Cuando llegan a la plaza mayor, representantes de estas
cofradías hacen bailar sus banderas ante todo el público.
Esta tradición data, según la leyenda, del siglo XII cuando la ciudad estaba dominada por el poder musulmán. El día de Santa
María (virgen que vivió disfrazada) los bejaranos, escondidos, se reunieron
para celebrar una misa, tras ella se recubrieron de musgo y se dirigieron hacia
la fortaleza musulmana camuflados y consiguieron reconquistar la ciudad, ya que
los centinelas abrieron las puertas por donde entraron los cristianos y los
moros al verlos y pensando que eran alimañas salieron huyendo, pero se dieron
cuenta y empezaron a gritar “traición, traición”.
Desde ese día, la puerta por la que entraron los
cristianos es llamada “Puerta de la traición”.
Los hombres de musgo, desde entonces se han convertido en
una insignia clave del turismo bejarano y, en cualquier feria o evento para
promocionar esta ciudad, acude al menos uno de estos portadores de musgo.
Un libro abierto es un cerebro que habla, cerrado un amigo que espera, olvidado una llama que perdona, destruido un corazón que llora.
Escrito por: Noelia Hernández Rodríguez 2º A
Nº 9
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