El joven inocente
Un atardecer de invierno llegó al pueblo un joven viajero
que venía desde muy lejos recorriendo el mundo. Cuando vio la primera casa tocó
a la puerta y nadie le abrió. Tocó a la segunda y un viejo señor abrió la
puerta con cara de sorpresa. El viejo preguntó:- ¿Qué quieres?
El viejo con ganas de aprovecharse del joven mandó a su
mujer que le hiciera una rica sopa con una condición: que le trajera unos
huesos para darle sabor a la sopa.
El viajero vio una gallina en el corral
de aquel hombre y cuando la iba a matar para poderla echar a la sopa el señor
dijo:- Esa gallina la necesito, es mejor que vayas al cementerio a por unos
cuantos huesos.
Cuando el chico llegó al cementerio se encontró con un fantasma que al verle le preguntó:-
¿Qué necesitas de este viejo cementerio?
Y el le contestó:- Quiero unos huesos para que un señor
del pueblo me haga una sopa.
El fantasma le propuso un trato al viajero: darle unos
huesos suyos a cambio de que le llevara un poco de sopa. El chico aceptó.
Cuando llegó a la casa del viejo y le dio los huesos él le dijo:- También
necesito una piedra para la chimenea. Entonces el chico fue al corral y cogió
una piedra de la pared pero el hombre lo que quería era hacer trabajar al
muchacho entonces dijo:- Esta pared me ha costado mucho levantarla, es mejor
que vuelvas al cementerio a por una lápida. Cuando llegó al cementerio se
encontró con el fantasma y le pidió la lápida, el se la dio porque tenía mucha
hambre y quería tomar la sopa. Cuando llegó con la lápida la mujer del viejo
empezó a preparar la sopa y al acabar el señor sacó dos cucharas y dijo:- Esta
cuchara es para mí y esta otra para mi mujer.
Y el señor echó al chico de su casa y le cerró la puerta.
El chico desconsolado fue a decírselo al fantasma y cuando se enteró bajó
rápidamente a la casa del viejo. Cuando el viejo lo vio entrar se asustó tanto
que salió corriendo y cuando lo pilló, lo cogió y lo enterró con la lápida que
el chico había llevado a aquella casa.
Y todas las tardes el joven y el fantasma disfrutaban de
una sopa en el cementerio para acordarse de aquel viejo avaro.
Si la vida te da cien razones para llorar dale a la vida mil razones para reír.
Ania Delgado Vicente 2º A
chicos/as, seguid escribiendo buenos cuentos como este y todos los que hay en este blog:)
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