lunes, 11 de marzo de 2013


EL BOSQUE MÁGICO

 Silvermist era un pequeño pueblo donde todo el mundo se conoce, se había hecho famoso por la neblina plateada que había al norte del pueblo.
Esta niebla era permanente y misteriosa y nadie sabía que había detrás, pues el que la atravesaba no recordaba nada.
Allí vivía Candela, una niña de 10 años muy buena, divertida con unos ojos azules que daban confianza pero sin embargo no tenían vida, era ciega de nacimiento.
Candela tenía una preciosa perra blanca como la nieve que parecía una loba llamada Luna, le servía de guía era sus ojos y su mejor amiga.

Un día de verano, Candela fue a dar un paseo después de desayunar y como todos los días le colocó el arnés y la correa a Luna y se fueron contentas en dirección al parque; pero ese día era algo distinto. Luna estaba inquieta, nerviosa y tiraba con fuerza de la cadena, cuando quiso darse cuenta Candela, Luna la había llevado hasta la niebla, Candela no lo sabía pero alguien había llamado a Luna con un sonido agudo.
Luna se soltó y salió corriendo pero Candela se quedó paralizada, de repente veía. Estaba en un bosque de muchos colores. Las plantas cambiaban de color y olían muy bien pues había muchas flores raras y muy bonitas.
A lo lejos vio a Luna, no se lo podía creer, por fin veía a su perrita, estaba allí parada delante de un ser muy extraño, mitad hombre mitad caballo; era un centauro. Cuando se acercó vio a muchos como él, y también había unicornios y otros seres mágicos que querían ser amigos suyos.
Lo que más le gustó fueron unas diminutas libélulas revoloteando por encima de Luna; Cuando las llamó se dio cuenta de que eran una especie de hadas revoltosas, alegres y muy bonitas.
Las hadas le contaron la historia del bosque mágico, no había humanos ni perros, y a todos los que entraban en el bosque le borraban la memoria, pues no querían que nadie revelara su secreto.
Sin embargo habían observado a la niña y a Luna a través de la niebla y acordaron atraerla para ser amigos. En este bosque todo era posible. Candela había recuperado la vista y Luna podía hablar con ella como el resto de las criaturas. Estuvieron mucho tiempo en el bosque y cuando fue hora de regresar les prometió guardar el secreto pero ella volvería a ser ciega y Luna una perra normal.
Legó a casa contenta pero no dijo nada a nadie, era su secreto.
A partir de ese día todas las tardes atravesaba la niebla con su perrita; ella volvía a ver y Luna volvía a hablar. Tenía muchos amigos   allí, jugaba con ellos, nadaban en un lago donde había sirenas, comían fruta y al final de la tarde los más ancianos contaban historias y leyendas del bosque mágico.
Pasaron 12 años, Luna ya había muerto hacía tiempo pero seguía existiendo en el bosque mágico y allí se veían todos los días.
Las hadas como premio a la amistad y por no haber revelado el secreto del bosque le concedieron un deseo, el de poder ver en el mundo exterior. Con el tiempo Candela se convirtió en una escritora infantil muy famosa contando las historias de El Bosque Mágico. Como eran cuentos infantiles nadie sospechaba que eran verdad.
Candela era muy feliz, era escritora y todas las tardes atravesaba la niebla para estar con Luna, los centauros, unicornios, las hadas…

La felicidad no es la ausencia de los problemas sino la habilidad de salir adelante con ellos.











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